sábado, 17 de agosto de 2013

El Arte de Programar

La mayoría de las ciudades de hoy en día funcionan gracias a los ordenadores. Sea cual sea el lugar a donde vayamos siempre encontraremos un ordenador cerca. Son ya tan comunes que ni siquiera nos damos cuenta de que están ahí, pero basta con detenemos un momento y fijamos con atención para verlos, puede incluso que los encontremos en los lugares más insospechados. En la oficina tenemos ordenadores que nos ayudan a hacer nuestro trabajo; en casa tenemos un ordenador como centro de ocio, para juegos, música y video, o miniordenadores empotrados dentro de los más variados electrodomésticos, como la televisión, el equipo de alta fidelidad, e incluso en el microondas; en el supermercado de la esquina hay unos cuantos ordenadores más, las cajas registradoras, los equipos de inventario; en nuestro coche está el famoso ordenador de abordo, que vigila que todo funciona correctamente; y así un largo etcétera. Y también están aquellos ordenadores que llevamos todo el día de un lado a otro con nosotros, como el teléfono móvil, la agenda electrónica, o el reloj. Hemos llegado a una situación de dependencia tal que nos resulta muy difícil concebir el mundo sin la existencia de los ordenadores (otra cuestión muy distinta es si realmente en todos los casos el ordenador nos hace la vida más fácil).
Lo que nunca hacemos, a menos que uno sea un profesional que trabaja en el mundo de la informática, es pararnos a pensar cómo funcionan todos estos ordenadores. Nos han dicho muchas veces que los ordenadores son en realidad máquinas muy tontas, que para funcionar correctamente necesitan de un conjunto de instrucciones que les digan con todo lujo de detalles qué es lo que tienen que hacer en cada momento, y cómo lo tienen que hacer. También sabemos que estos conjuntos de instrucciones se llaman programas, y que los programas se escriben utilizando los llamados lenguajes de programación, que son muchos y muy variados. Seguramente nos suenen nombres como Visual Basic, Java o C++. Pero en realidad sabemos muy poco sobre la forma y contenido de estos programas, lo cual es perfectamente comprensible, porque a priori parece un tema irrelevante y sumamente aburrido. ¿A quién se le ocurriría estudiar en su tiempo libre el programa que controla un aparato de aire acondicionado? Sin embargo, los programas no son tan aburridos como parece. En el corazón de los programas se encuentran los algoritmos. La mayoría de las veces, estos algoritmos son simples sucesiones de pasos triviales que conducen a la solución de un problema. Por ejemplo, si la temperatura de la habitación ha superado los 25º centígrados, entonces enciende el compresor del aire acondicionado. Pero otras veces, los algoritmos que implementan los programas de ordenador son verdaderas obras de arte del intelecto humano. Quién sabe, a lo mejor el funcionamiento de nuestro aparato de aire acondicionado está basado en una interesantísima teoría matemática de lógica difusa, donde las cosas no son sólo ciertas o falsas, sino que pueden ser medio ciertas o tres cuartos falsas.
El presente blog es precisamente eso, un apasionante viaje por el mágico mundo de los algoritmos. No se necesita nada para poder acompañarnos, no es necesario saber programar, ni saber de matemáticas; tan sólo se necesita curiosidad y muchas ganas de aprender. Así que abróchense los cinturones, que despegamos.

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